Cada vez puede resultar menos frecuente que los niños sufran de miedo al dentista. Aun así, sigue siendo algo más que habitual que los más pequeños, tengan miedo a la temida consulta del odontólogo. A muchos mayores les sucede lo mismo, por lo que no vamos a hablar de si se trata de algo racional o no. En cualquier caso, lo mejor para los más pequeños es no sentir esa angustia y temor ante la silla del dentista, por lo que vamos a tratar de profundizar en el asunto y proporcionar algunas pautas para que los papás y las mamás, ayuden a que sus hijos pierdan el miedo.
Sentir temor ante algo desconocido es algo tan natural como el respirar. En cierto modo, resulta más rara la ausencia de temores en niños y niñas de corta edad. Razón por la cual, el miedo a la consulta del dentista no debe ser un motivo de preocupación, tan solo tratar la cuestión con la naturalidad adecuada para que el miedo, se supere.
A edades tempranas, se trata de algo muy común que debemos tener presente a la hora de pretender llevarles a su primera consulta en el dentista. Nada como ponerse en la piel de los más pequeños y recordar, si es posible, aquella primera visita al dentista, para hacernos una idea sobre cómo se sienten ante la idea de acudir a este especialista. Los más pequeños, en muchas ocasiones, se enfrentan a situaciones de absoluta incertidumbre que puede generar miedo o ansiedad, por desconocimiento ante lo que va a suceder. Por otro lado, pueden arrastrar traumas de otras visitas en las que han sido sometidos a tratamientos de mayor complejidad que les han causado más molestias.
Como nos recuerdan en Clínicas Recaver, sus profesionales han comprobado en más de una ocasión como el temor y miedo de los más pequeños, llega a través de padres que sienten esa inquietud y se la transmiten. Estos factores, pueden llevar a los niños a mostrar más ansiedad, de forma más o menos evidente, llegando en según qué casos a llorar, fingir estar enfermos o esconderse para evitar la visita.
Superar el miedo al dentista es importante
Ante la presencia de esta fobia por parte de los niños, lo más importante es no evitar las revisiones periódicas. Mantener las visitas programadas con el odontopediatra es la mejor manera de fomentar y preservar la relación que debe establecerse entre el niño y su odontólogo. Algo que se forjara de manera progresiva y supondrá la prevención de los problemas bucodentales que pueden derivar en la necesidad de instaurar tratamientos más difíciles e invasivos. Al mismo tiempo, es fundamental que los niños adquieran sus hábitos de higiene dental desde pequeños y refuercen las medidas tomadas paulatinamente.
Por otro lado, resulta esencial que las visitas al dentista se produzcan en un ambiente cómodo y relajado. En este aspecto, intervienen de forma activa todas las personas que se hallen presentes dentro del gabinete del odontólogo: padres, higienista y dentista. En las clínicas odontológicas que cuentan con niños entre sus pacientes, procuran proporcionar a sus pacientes más jóvenes cariño, empatía y positividad. Dedican palabras de apoyo para que se sientan arropados, mientras intentan distraerles con temas que puedan resultarles agradables y entretenidos. Fomentan la empatía tratando de hacer que perciban que su temor es comprendido para evitar que se produzca en ellos mayor ansiedad por restarle la importancia que para ellos tiene. Para lograr este punto de entendimiento, responden a sus preguntas y se les explica de forma resumida y sendilla, en que va a consistir el procedimiento en la consulta. Hay que tener presente que el desconocimiento genera inquietud.
De forma positiva se les explica el lado bueno que tiene un buen cuidado de los dientes, haciéndoles ver que su boca estará más sana y tendrán unos dientes más bonitos. En algunas consultas, se anima a los papás y a las mamás a que cojan a sus hijos en brazos para transmitirles la seguridad y tranquilidad necesaria. Esto influye en que acepten con mejor ánimo y predisposición lo que tenga que hacer el dentista.
Resulta de vital importancia eliminar ese miedo al dentista y hacerlo de manera gradual. Al eliminar los temores, pueden crearse unas circunstancias más apropiadas para poder mantener las revisiones periódicas necesarias y evitar los posibles problemas que pueden surgir tanto en la primera dentición o dentición de leche, como en la segunda o dentición definitiva. Si se logra establecer una buena relación entre odontólogo y niño o niña, lo más probable es que esta se mantenga en el tiempo, asegurando una mejor salud bucodental a lo largo de la vida del niño.
¿Por qué los niños sienten ese miedo al dentista?
Seguramente, esta sea la pregunta que más se formulan algunos padres ante la odontofobia de su hijo. Eso es porque olvidan que ellos mismos, seguramente, sintieron ese miedo irracional en su situación. Hasta cierto punto, se trata de algo razonable. La presencia de ansiedad ante las visitas o revisiones a la consulta del dentista, es bastante lógica si los pensamos con detenimiento. Para los pequeños, algunas veces olvidamos que determinadas situaciones, pueden resultarles hostiles. De hecho nos sucede a los adultos.
Una persona desconocida explorando su boca con complicados artilugios, el ruido de la turbina que no sabes de donde viene ni a donde va, o la simple cara tapada del odontólogo con su mascarilla, ya puede infundir un cierto recelo. Hasta aquí, todo dentro de lo normal. El verdadero problema, surge en el momento en el que el paciente no permite que se le realice el tratamiento o la visita con la normalidad necesaria. Es decir, cuando el niño, muestra una actitud que impide el correcto desarrollo del tratamiento.
Hay que prestar atención a los signos evidentes de que el niño tiene algo más que temor y el pánico hace mella. La presencia de inquietud, sudoración, taquicardia o agitación desde el primer momento en el que es consciente de que tiene que ir al dentista. El llanto o las rabietas dentro de la clínica dental, sea en la sala de espera o en la misma consulta; esconderse y agarrarse a los padres para evitar sentarse en la silla del dentista, contraer las piernas mientras permanecen sentados en el sillón; realizar movimientos o gestos bruscos para evitar que sigan con la exploración como negarse a abrir la boca o taparla con la mano, quitar la cabeza o la mano del dentista, etc.; o ponerse enfermos en el último momento antes de acudir al dentista, son signos claros de pánico por parte de los pequeños.
La mejor manera de procurar evitar que aparezca el miedo al dentista, es prevenirlo desde la primera infancia. Esto sucede en el momento que se completa el desarrollo de los dientes de leche, sobre los tres años de edad. En este momento, podemos decir que es ideal acudir a la consulta del dentista por primera vez. De este modo, el dentista podrá valorar el correcto crecimiento de los dientes y realizar una evaluación general del estado de su boca. Tras esta primera visita, el propio odontólogo, será quien determine la frecuencia de las posteriores.
Esto no solo consiste en mantener una buena salud bucodental de manera preventiva, ayuda a normalizar la relación entre el niño y el odontólogo para que no se produzcan los problemas de fobia antes mencionados. Una visita temprana a la consulta del dentista, permite que el niño se familiarice con el profesional, el ambiente que reina en la clínica dental y el instrumental que se utiliza. Además de hacer posible que los niños tengan una mejor salud bucodental y por tanto, requieran un número de visitas y tratamientos que a su vez, serán mínimamente invasivos. Por consiguiente, menos traumáticos y desagradables para los pequeños.
Algunas de las medidas que pueden ayudar a que los niños pierdan o no desarrollen el miedo al dentista, pueden y deben ser puestos en práctica por los padres. En primer lugar, lo mejor es buscar un odontopediatra especializado en niños que presentan fobia. En segundo lugar, contarles la verdad sobre lo que va a pasar. No vale el “no te va a doler” que termina en llanto, hay que decir la verdad sin exagerar o dar detalles que les produzca ansiedad.
También puede resultar conveniente evitar elementos que estresan a los niños, como el abrebocas o la turbina que provocan una ansiedad añadida. Si no se puede evitar su uso, es fundamental que sea el dentista quien se ocupe de mostrar y explicar al niño su utilidad e importancia.
Apostar por el refuerzo positivo y no el casito en el caso de que el niño no se comporte de la forma más adecuada y premiar los pequeños avances que se logren. Esperar fuera del gabinete cuando el niño tenga los tres años y medio es preferible a que le acompañen, pues a veces la presencia de los padres, es la que genera mayor ansiedad y ante el miedo, los padres dificultan el trabajo del profesional.
Con todas estas medidas por parte de los padres y las tomadas en las clínicas dentales, es mucho más sencillo evitar que los niños adquieran ese temor al dentista y puedan acudir a sus consultas con la normalidad necesaria.